Bastante tiempo después de sumergirte en la selva, soñaste con sangre, en los tiempos que corrían empezaste a sentir dolor en tus indisposiciones, una inflamación, las tripas que te estallan. Hace poco te habían contado que había tres razones para sentir dolor, te acordabas de dos de ellas, la tercera no la encontrabas en lo recovecos de tu memoria. De todas maneras podían ser cualquiera de estas dos razones que si recordabas, y esa noche que soñaste con sangre, una noche que te habías ido a dormir temprano después de un día que nunca terminaba, un día sin noche, en el que nunca dormiste. Esa noche, la otra, la siguiente de la que no existió, de la que no te levantaste, esa noche soñaste sangre y junto con la sangre que caía de vos sobre el inodoro allí en el fondo donde hay agua, había tambien un niño, y era muy pequeño y esa pudo ser una de las razones de tu dolor, aquello que no fue. Un dolor.
Tiempo antes de esta noche en la que soñaste con un niño que caía en sangre, no tanto tiempo antes, sentiste que te mareabas, sentiste que tu cuerpo daba muchos signos de dejar ir algo. A veces eso te sonaba natural y hasta cotidiano, esa vez lo sentiste en todo tu cuerpo, estabas nerviosa y también era luna llena. Otra podría haber sido la historia, ahora casi inimaginable, las raices de lo que quizás dentro tenías, estaban en tierras gitanas. Todo esto te sucedía mientras vivias en una ciudad lejana, ahora propia, lo compartias, pero estabas sola. Ahora y una vez antes un domingo, de algún mes, sentiste algo parecido, arrebatos de dolor de tus entrañas. Quizás también era una segunda razón era esa mujer desconocida que eras que se te presentaba y te hacía hacerte cargo de su brujería, de tu propia brujería y sólo podías entenderla envuelta de dolor. Pero empezabas a estar en contacto con otras brujas y eso te hacía bien, intercambios, hermandades y palabras.
Tiempo antes de esta noche en la que soñaste con un niño que caía en sangre, no tanto tiempo antes, sentiste que te mareabas, sentiste que tu cuerpo daba muchos signos de dejar ir algo. A veces eso te sonaba natural y hasta cotidiano, esa vez lo sentiste en todo tu cuerpo, estabas nerviosa y también era luna llena. Otra podría haber sido la historia, ahora casi inimaginable, las raices de lo que quizás dentro tenías, estaban en tierras gitanas. Todo esto te sucedía mientras vivias en una ciudad lejana, ahora propia, lo compartias, pero estabas sola. Ahora y una vez antes un domingo, de algún mes, sentiste algo parecido, arrebatos de dolor de tus entrañas. Quizás también era una segunda razón era esa mujer desconocida que eras que se te presentaba y te hacía hacerte cargo de su brujería, de tu propia brujería y sólo podías entenderla envuelta de dolor. Pero empezabas a estar en contacto con otras brujas y eso te hacía bien, intercambios, hermandades y palabras.
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