
Si mi inglés fuera más fluido, debería escribirlo en inglés, porque así sucedió. Como esas road movies en la que se recorren países lejanos, gentes extrañas que hablan otro idioma que parece desconocido. Esa era nuestra perspectiva, los pueblos españoles se sucedían y los pronunciábamos de forma enrarecida. Andábamos en un auto inglés a contramano del mundo, rojo y con una ventana al cielo. La 340 carretera nacional, it was our home, libre de peajes.
Eramos una familia deforme, de esas que se conforman en el camino, por esas casualidades geograficas y temporales. Eramos eso, una loca casualidad de encuentro.
El reparto consistía en:
Justine as jay, un ingles ex dealer, ex caminonero, ex convicto, ex heroinomano, ex peso pesado de 140 kilos, ex tantas otras cosas, que incluían perfecto mentiroso, gran viajero, ladrón de poca monta especializado en autoservicios del camino, y hombre de gran corazón, cabeza durisima y algunas lágrimas.
Acid as Acid, portugués de pocas pero irónicas palabras en inglés, hablador consigo mismo, borracho empedernido, músico, rasta, abstraído en su mundo privado y super cariñoso.
Troubles as "el perro", gran enternecedor de vendedores y señoritas.
Y Caroline and Pamplona as las muchachas del autoestop, las locas de la ruta.
Así andábamos, fuera de la ley, viviendo de lo que los turistas daban luego de escuchar la historia del pobre ingles de la ventanilla abierta y los documentos y dineros robados. Y luego casi como profecía autocumplida se abre la puerta trasera, la música a todo volumen, e ir perdiendo sus cosas...
Las estaciones de servicio eran nuestros hogares temporales, la gente se detenía a mirarnos. Estábamos fuera del mundo, allí nos abastecíamos de agua, nos duchábamos, bañábamos al perro, lavábamos el auto como conjuro de Jay ante la posible detención policial. La gente se apiadaba de nosotros y salimos de allí cargados de comida. El Lidel era nuestro segundo hogar, cerveza barata, robo de botellas de alcohol y alguna que otra delicatessen comestible que los muchachos se dignaban a comer luego de haber pasado por una dieta de heroina, ketamina y desayuno con cerveza y wisky. Huyendo de algunos pueblos donde era buscado, Jay se escondía en el asiento trasero. La polícia se disculpó una noche ante su propia incapacidad de comunicación en ingles, en la que caroline conducía sin licencia, jay emanaba alcohol, acid habia muerto horas antes bajo los efectos del ballentines puro y pamplona era aplastada entre este último y troubles, todos fingiendo no hablar una palabra de español y mal pronunciando una playa supuestamente buscada. Con la impunidad que nos daba la locura, y la conformidad de ese ente familiar more than human, una totalidad viajera que conformábamos y nos excedía como componentes necesarios pero casi improbables.
Así íbamos, la familia en la ruta, durmiendo en las playas más desiertas, escapando, riendo, deteniéndonos en nuestras benditas estaciones de servicio junto a otros inmigrantes que también las sentían como su casa. Era nuestro mundo, on the run, y así, andando...To be on our own...With no direction home...Like a complete unknown...Like a rolling stone?