martes, 23 de septiembre de 2008

una ciudad I.






“ si se la viera
estando en medio sería otra ciudad(…) es un nombre de ciudad de lejos, y si uno
se acerca, cambia.
La ciudad, para el que pasa sin entrar, es una, y otra para el que está preso de
ella y no sale; una es la ciudad a la que se llega la primera vez, otra la que se deja
para no volver; cada una merece un nombre diferente”

Recortes de ciudades transitadas, edificios memoriales, palabras incomprendidas, cielos impresionistas. El viento sopla musical, y mueve los cuerpos en una danza irrefenable. La ciudad nace de la canción, la canción hace que la ciudad siga viva, bailando. Un movimiento que se convierte en quietud, en equilibrio a punto de caer. Un hombre se refleja en un edificio pero su sombra lo antecede, su figura ya sabía que él pasaría por allí y se adelanta a esperarlo; fiel a la posición que debía ocupar, deja una silla vacía. Otro hombre se sostiene para no volarse en una nota muy aguda. El viento es más una caricia que una chachetada y hace que los cuerpos se inclinen. La ciudad suena siempre igual pero a la vez su sonido se vuelve irrepetible, ella sola puede tocar su canción.

jueves, 11 de septiembre de 2008

exterior.desierto.noche.

Cansados subimos la duna, haciendo grandes esfuerzos, tuvimos que parar varias veces con la boca reseca, la oscuridad absoluta, el aire demasiado cálido. Los pies se hundían en la arena, los demás no estaban. Seguíamos subiendo, e iba apareciendo desde la lejanía una voz que armaba un diálogo de cercanía; nos gritábamos, y sabíamos de presencias mutuas, ignorando distancias y formas. El punto más alto parecía cercano pero al caminar se alejaba, una y otra vez. Costó llegar, en la cima el frescor del aire nos reconfortaba, y aparecían escenarios a la distancia, otros pueblos , fronteras, historias, palabras bereberes. Nos encontramos. Más palabras y silencios compartidos. Empieza a llover despacio en el desierto. Oscuridad, estrellas aún sin luna. Una ronda, el cuerpo de pronto se electrifica todo. La lluvia se detiene. Los dedos de la mano apuntan solos, sin saber por qué, dirigidos instintivamente hacia el cielo, y de pronto brillan. Los dedos emanaban luz, rayos, colores fluorescente. Luz que brota y se dispersa en ráfagas, luz que brota del cuerpo, luz de mi cuerpo. Y disparos de energía luminosa hacia el cielo. Luz que sale de los dedos como rayos. Y una risa que acompaña nerviosa el fluir de los movimientos, el descubrimiento de las manos varitas luminosas en la oscuridad del desierto. Y estrellas fugaces dejando su estela. Pura luz, reflejos, imágenes de otros tiempos. Pronto sale la luna como un reflector iluminándolo todo, permitiendo ver la inmensidad del escenario, la textura de la arena, vernos. Se queda la luna un rato con nosotros, y después, en lo profundo de la noche, se fue originando el día.

viernes, 5 de septiembre de 2008

no direction home


Si mi inglés fuera más fluido, debería escribirlo en inglés, porque así sucedió. Como esas road movies en la que se recorren países lejanos, gentes extrañas que hablan otro idioma que parece desconocido. Esa era nuestra perspectiva, los pueblos españoles se sucedían y los pronunciábamos de forma enrarecida. Andábamos en un auto inglés a contramano del mundo, rojo y con una ventana al cielo. La 340 carretera nacional, it was our home, libre de peajes.
Eramos una familia deforme, de esas que se conforman en el camino, por esas casualidades geograficas y temporales. Eramos eso, una loca casualidad de encuentro.
El reparto consistía en:
Justine as jay, un ingles ex dealer, ex caminonero, ex convicto, ex heroinomano, ex peso pesado de 140 kilos, ex tantas otras cosas, que incluían perfecto mentiroso, gran viajero, ladrón de poca monta especializado en autoservicios del camino, y hombre de gran corazón, cabeza durisima y algunas lágrimas.
Acid as Acid, portugués de pocas pero irónicas palabras en inglés, hablador consigo mismo, borracho empedernido, músico, rasta, abstraído en su mundo privado y super cariñoso.
Troubles as "el perro", gran enternecedor de vendedores y señoritas.
Y Caroline and Pamplona as las muchachas del autoestop, las locas de la ruta.
Así andábamos, fuera de la ley, viviendo de lo que los turistas daban luego de escuchar la historia del pobre ingles de la ventanilla abierta y los documentos y dineros robados. Y luego casi como profecía autocumplida se abre la puerta trasera, la música a todo volumen, e ir perdiendo sus cosas...
Las estaciones de servicio eran nuestros hogares temporales, la gente se detenía a mirarnos. Estábamos fuera del mundo, allí nos abastecíamos de agua, nos duchábamos, bañábamos al perro, lavábamos el auto como conjuro de Jay ante la posible detención policial. La gente se apiadaba de nosotros y salimos de allí cargados de comida. El Lidel era nuestro segundo hogar, cerveza barata, robo de botellas de alcohol y alguna que otra delicatessen comestible que los muchachos se dignaban a comer luego de haber pasado por una dieta de heroina, ketamina y desayuno con cerveza y wisky. Huyendo de algunos pueblos donde era buscado, Jay se escondía en el asiento trasero. La polícia se disculpó una noche ante su propia incapacidad de comunicación en ingles, en la que caroline conducía sin licencia, jay emanaba alcohol, acid habia muerto horas antes bajo los efectos del ballentines puro y pamplona era aplastada entre este último y troubles, todos fingiendo no hablar una palabra de español y mal pronunciando una playa supuestamente buscada. Con la impunidad que nos daba la locura, y la conformidad de ese ente familiar more than human, una totalidad viajera que conformábamos y nos excedía como componentes necesarios pero casi improbables.
Así íbamos, la familia en la ruta, durmiendo en las playas más desiertas, escapando, riendo, deteniéndonos en nuestras benditas estaciones de servicio junto a otros inmigrantes que también las sentían como su casa. Era nuestro mundo, on the run, y así, andando...To be on our own...With no direction home...Like a complete unknown...Like a rolling stone?